HC - Llamarada

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martes, 4 de octubre de 2016

Un día después del plebiscito sobre los Acuerdos de Paz

Pa'lante, Colombia!
Siempre por la mañana, en cada uno de los Hogares, los niños, jóvenes o adultos que hacen parte de él, se reúnen en círculo con sus educadores y cada uno va expresando su estado de ánimo al empezar el día, sus temores, sus frustraciones y sus anhelos, en un ritual de expresión de sentimientos que tiene un efecto catártico y, sobre todo, de enganche con el grupo para obtener de él comprensión, solidaridad y validación de los procesos personales y la dinámica colectiva. A cada intervención, la respuesta coral inmediata es: “Para adelante, compañero”, que en la jerga de nosotros se ha ido contrayendo en un pa'lante! en el cual se está siempre trabajando la espontaneidad y la conciencia que libere la expresión de convertirse en una muletilla rutinaria, elusiva y descafeinada.
La letanía matutina de los Hogares se me metió, como una de esas canciones pegajosas, desde anoche, cuando empecé a tratar de reponerme del impacto de ayer, siguiendo los resultados del plebiscito y a buscarle una salida a la encrucijada en que nos metimos los colombianos.
Mirando las redes sociales, me llamaron mucho la atención las mamás de niños pequeños preguntándose cómo les van a explicar, cuando estén más grandes, por qué le dijimos no al fin de la guerra y a propuestas de entendimiento que todo el mundo nos estaba admirando como algo sorprendente. Me estremecieron, de nuevo, las descalificaciones implacables de los contendores, y más aún los denuestos a un país insoportable, mezquino, sin conciencia de sus valores y sus contradicciones, en esos ejercicios de emotividad primaria sin control.
Me indignaron los juegos pirotécnicos del domingo en la noche en varios sectores de El Poblado de Medellín, al mejor estilo de las alboradas de los mafiosos, para hacer sentir su supuesto poder, sus bravuconadas y sus pavorosas advertencias.
Pero de nuevo vinieron a mi mente los Hogares y, específicamente, una práctica muy de la comunidad terapéutica: la terapia de realidad, que lleva a los individuos y al grupo a ubicarse en el aquí y el ahora, con la máxima objetividad, coherencia y proyección, evitando las coartadas del idealismo evasivo, de la propia victimización, de la justificación fácil, para retomar y replantear de manera pragmática y paciente las claves del propio crecimiento que replantea y recompone el proyecto de vida.
Para un ejercicio como ése aplicado al país hay, afortunadamente, unas puntadas que lo harán válido y, ojalá, exitoso:
  • el dato estadístico, que constata prácticamente un empate técnico en la medición de pareceres y convicciones de los colombianos, para que nadie pretenda abrogarse triunfos o sumirse en la derrota a la hora de ver para dónde pegamos, conscientes, eso sí de la necesidad de sacudir ese pesado lastre que representa el 62,6% de abstención detrás de la cual se atrincheran la indiferencia, la comodidad dominguera, la indecisión inmadura y hasta la ambigua duda metódica;
  • la reacción sensata, ponderada y propositiva, con notables consonancias, de líderes de la contienda como el Presidente Santos, el Jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, el Senador ÁlvaroUribe y el Presidente de la Conferencia Episcopal, Mons.  Luis Augusto Castro;
  • el eco del evento en la comunidad internacional y la demanda casi unánime de no cejar en el empeño por todo lo que nos jugamos y por su repercusión paradigmática;
  • la reacción -tímida aún pero progresiva- de los votantes, parecida en muchos casos a la de los ingleses al día siguiente del referéndum por el Brexit, o salida de las Gran Bretaña de la Comunidad europea, midiendo el alcance de decisiones no bien ponderadas.
Cuando estaba pensando el plebiscito como una dolorosa pero conveniente terapia de realidad para nosotros los colombianos, me llegaron por las redes, dos sugerencias de distinta índole, pero que vale la pena compartir en este plan en que hay que ponerse, para no echar por la borda todo lo logrado y salir de nuevo al rescate de los valores esenciales de nuestro ser nación.
La primera consideración viene de Mafalda y, más concretamente, de su vecino Miguelito, uno de los pequeños integrantes de la patota de la niña prodigio de la caricatura argentina:
Con que mirar la historia para adelante..! Es la voz de un niño, como los que a nuestro alrededor nos cuestionan con desparpajo cobre los grandes temas existenciales. Muy claretiano, además sin proponérselo, nos traza la ruta precisa, para que todos y todas intentemos una dirección acertada después del revolcón que nos dio el plebiscito.
La otra mirada con perspectiva de futuro es lúcida y evangélica. Es la del Provincial de los Jesuitas, P. Francisco de Roux, curtido misionero de los Derecho Humanos y atención a las víctimas en las más críticas zonas de conflicto:

«Lo que ganamos perdiendo»


Octubre 3 de 2016
Nosotros habíamos invitado a un voto en conciencia, a respetar a quienes pensaran distinto, a participar en el plebiscito dejando claro que aceptábamos el resultado y que construiríamos a partir del resultado, fuera el que fuese.
En conciencia, explicamos las razones que nos llevaron a luchar por el SI, convencidos de que era lo mejor para el país y convencidos de que con nuestras razones podíamos convencer a la mayoría, y perdimos.
No luchábamos por el futuro político del presidente Santos, ni tampoco contra el futuro político del expresidente Uribe, ni luchábamos por el futuro político de las FARC.  Nos importaba solamente el que pudiéramos vivir como seres humanos, esta fue la razón de nuestra lucha.
Luchábamos por superar la crisis espiritual del país que nos sumió en la destrucción de nosotros como seres humanos. Soñamos que íbamos a dar un primero paso aprobando la negociación con las FARC, pero no lo logramos como queríamos. Seguramente porque nosotros también formamos  parte de la crisis, como colombianos que somos.
Gracias a Dios, Colombia es una democracia. Y la democracia, con la llamada a que el pueblo se manifieste, tiene la virtud de colocarnos en la realidad, gústenos o no nos guste, como lo dice la copla de Machando: “La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad, aunque se piense al revés”.
Y sin embargo, esta verdad, este resultado del plebiscito puede ser el camino que nos lleve superar el más profundo de nuestros problemas que somos nosotros mismos, partidos como lo evidencia esta votación, excluyentes, incapaces de ir juntos en los asuntos más profundos; y  sabedores de que nuestras animosidades y agresiones, que se expresan en la política, en los medios de comunicación, en los debates académicos y eclesiales  y el seno de las familias, tienen consecuencias letales entre los campesinos, y en la locura de la guerra donde pierden la vida nuestros jóvenes, mientras otros problemas graves del país siguen sin resolverse.
Felizmente la declaración del Presidente Santos ha dado tranquilidad a  todos. Porque reconoce como demócrata el triunfo del “NO”. Mantiene el cese bilateral al fuego. Llama a un replanteamiento de los acuerdos de paz incorporando a quienes ganaron. Y ordena a los negociadores del gobierno que retomen el diálogo con las FARC dentro de la nueva realidad política.
Igualmente es de resaltar la actitud constructiva y reconciliadora del expresidente Uribe que reitera su voluntad y paz, invita a las FARC a continuar en la negociación, y plantea los aspectos jurídicos, institucionales, sociales y económicos que quienes votaron por el NO consideran indispensables para ser incorporados en los acuerdos.
Tenemos que aceptar con realismo y humildad que debemos revisarnos. Quizás no nos habíamos aceptado crudamente como parte del problema, y precisamente porque somos parte del problema, de la crisis, se acrecienta  hoy nuestra responsabilidad de ser parte de la solución.
Este es el momento de oírnos, comprendernos y reconciliarnos con quienes por razones sociales, políticas, institucionales y éticas, piensan distinto. De aceptarnos en nuestras diferencias. De revisar desde todos los lados qué es lo que cada quien tiene que cambiar, para que todos seamos posibles en dignidad  en una paz que nos traiga la tranquilidad a todos y a todas.
Vamos a mantener y redoblar el entusiasmo con que nos entregamos a la causa de la paz, pero vamos a hacerlo incorporando a los demás. Aceptando su comprensión distinta, escuchando sus argumentos y temores y rabias. Y colocándonos más allá, en el ser humano que somos todos y todas.
Pensamos que los elementos centrales de los acuerdos de La Habana y el método del proceso de paz siguen siendo válidos. En ellos pusieron seis años de trabajo personas de extraordinario valor y de la más seria dedicación,  hombres y mujeres, civiles y militares que son verdaderos valores humanos de Colombia, y al lado de ellos guerrilleros dispuestos a dejar la guerra que se transformaron en el mismo proceso.  Ellos  merecieron la admiración y el respaldo de la comunidad internacional. Pero el resultado de la votación muestra que tienen que los acuerdos tienen que ser  reformados para ser viable política e institucionalmente en la Colombia de hoy. Y lo que importa finalmente es la paz, que requiere momentos de generosidad heroica,  para que podamos superar la barbarie de la violencia política de una manera factible en una patria reconciliada.
Tengo plena confianza en que Dios nos acompaña en este camino. Que vale hoy más que nunca la palabra de Jesús cuando nos dice que la verdad nos hará libres. Que esta verdad del resultado del plebiscito, con toda su mezcla de realismo humano y político, purifica y acrisola este proceso. Que hoy nos ponemos de partida para  ser humanamente más grandes.


Tomado de www,jesuitas.org

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